
Hace casi un año reseñe una historieta llena de simbolismos y contundente en su mensaje, ‘Übertraven’, realizada por los rosarinos Daniel Basilio y Ramiro Pasch. Ahora me toca leer una obra anterior y puedo decir que si la otra fue una patada directa al cerebro, ‘El ciclo de Cornelio Gris’ te lo pone en una sartén y lo fríe de a poco.
Dice mucho de la habilidad de Basilio lo distintas que son ambas obras e igual mantiene el mismo nivel de extrañamiento y perturbación; mientras ‘Übertraven’ era la crónica de una revolución sexual y cósmica en unas pocas horas, ‘El ciclo…’ construye personajes, muestra en detalle el mundo donde transcurre y avanza la trama a paso firme y sin apuro.
Cornelio Gris es la mascota de una corporación y a la vez el mayor filántropo de la sociedad, la imagen de carisma y amor capaz de venderle lo que sea a una población totalmente idiotizada y convencida de que está haciendo buenas obras. Es un Bugs Bunny cínico y culto, que vive, respira, coge y se mueve por un mundo donde es estrella de TV, rockstar y Dios al mismo tiempo. Si Cornelio promociona un yoghurt, este será consumido y la popó analizada para ver cómo hacer al producto el doble de adictivo. Tan terrible como suena, también es una genialidad de la persecución y la paranoia… o sea, uno puede evitar usar computadoras, tarjetas, tener una vida fuera de lo digital… ¡pero difícil no cagar! Y es solo uno de los tantos horrores totalmente aceptados por la gente; incluso hay un “Cornelio contracultural” para que consuman los que no quieren consumir al “Cornelio normal”.

Por otro lado tenemos a Marlo, un pibe común y corriente, que por un accidente casi aleatorio empieza a ver la realidad detrás de la “realidad”… al mejor estilo Neo, Marlo empieza a ver todas las conexiones, hologramas y hasta siente los olores con los que se manipula a la gente. Y el propio Cornelio empieza a cuestionar su rol, a darse cuenta que también puede ser otra víctima de la manipulación de memoria e imagen que padece la gente común.
Fuera de la idea de realidad falsa, no esperen un festival de artes marciales y personajes recool con trajes de cuero al estilo ‘Matrix’… todo es hablado y cuasi filosófico, inquietante y denso, más parecido a una película de David Cronenberg (no por nada la editorial se llama “Videodromo”) que a una de Michael Bay.
Entre varias delicias se pueden mencionar mutantes deformes, el ratón “Mickey” tomando merca de la cola del pato “Donald” y una red neural hecha de carne… y todo en una trama que crece en complejidad a medida que el guion aclara situaciones (que le pasó a Marlo, que es el club de los íconos, etc.) y abre nuevas dudas (¿qué onda con los fantasmas, por ejemplo?).

Además de la historieta propiamente dicha, las revistas incluyen publicidad en las contratapas y retiraciones (algunas dibujadas por Clara Spinassi y Lisandro Notario), dando cuenta del nivel de delirio en los productos y servicios que vende Cornelio.
Visualmente, Pasch se encarga de las tintas y color (y la portada del #2), quedando los lápices en manos de Nacho Marx. El trazo es simple, con una cuidada puesta de página, logrando un gran impacto sobre todo en el segundo capítulo. El color complementa los climas y sensaciones buscadas, y ni hablar de la cantidad de personajes deformes y bizarras escenas de sexo, sin deslumbrar pero saliendo bien parado. Puliendo un poco más el trazo, Marx puede llegar a ser una fusión de Liniers con Frank Quitely.
Igual que ‘Übertraven’, las “aventuras” de Cornelio no son para todo el mundo… es una historieta que busca la conexión y la participación activa del lector, sin tomarlo por estúpido y apuntando mucho más allá del mero entretenimiento. Si nunca sale la conclusión (¡vade retro!), igual quedan dos revistas que ameritan ser releídas y procesadas varias veces.