En el 2012 no voy a decir la barrabasada de que pensaba que la Historieta Nacional murió en el 2001 pero si era mínimo el conocimiento que tenía de lo que se publicaba en ese momento ni había leído algo publicado por sellos como LocoRabia, Llanto de Mudo, etc. La cuestión es que me encontraba chusmeando stands en la Crack Bang Boom de ese año y esta portada me llamó la atención.
El tétrico tono gris, el gesto de la mano del personaje, la máscara que usaba… un todo demasiado atractivo a la mirada casual y un punto de inflexión en mis gustos por las viñetas. Así que los que no se copan con mis reseñas en Zinerama, le pueden echar la culpa al señor Renzo Podestá y su ‘El Aneurisma del Chico Punk’ (ACP en adelante)
Antes de seguir, aclaremos que el tal Chico Punk es Nolasco (alias No) Guerra, pendejo cabrón fanático de las peleas y las máscaras pero también muy protector de su extraña familia ensamblada: su hermana Chica Sucia y sus amigos Lima y Ringo. Los cuatro se las ingenian para sobrevivir como pueden el día a día robando libros hasta que empiezan a suceder cosas rarísimas: aparece un pulpo gigante de la nada, un tipo superpoderoso intenta hacer mierda a Nolasco, Sucia pela poderes cual Dragon Ball y en general todo se vuelve un desconche enorme. Y sobre todo… ¿porque de repente el gato de No habla y se llama como el matemático más fundamental del universo?
Seis años después del primer tomo, en la CBB 2018 se presentó el segundo volumen de la serie, un reedición del primero con nuevo diseño, material extra y hasta productos de merchandising (sin duda la cerveza ACP fue un éxito). También marcó el debut del colectivo Big Sur como editor de la obra en lugar de la fallecida Dead Pop.
Con tantas novedades, ¿Cómo fue retomar la lectura después de tanto tiempo? Por un lado un reencuentro con amigos que no veía desde hace tiempo pero que ahí estaban, congelados en ámbar, esperando a la vuelta de la esquina apenas unos días después del final del primer tomo. Y por otro lado cosas que desafiaban mi memoria, que me hicieron volver al comienzo para tener todo fresco. Y ahí me cayó una ficha importante: el Podestá que realizó ACP 1 en el 2012 no es el mismo de ACP2.
A nivel crecimiento el cambio es notable, cosa que pudimos ver en obras de alto impacto como ‘Warpaint’, ‘Perro’ y hasta en el ligero pero divertido ‘Steve Ditko, investigador privado’. Lo que en ACP1 estallaba como energía pura, creativa, por momentos un ‘me chupa la corrección anatómica mientras sea impactante’, en ACP2 es más controlado, fluido y medido; hasta eleva la apuesta gráfica y cambia el estilo durante un largo tramo del libro, usando lápiz sin entintar. Y cuando vuelve a la tinta tampoco es el mismo estilo que al comienzo, es otro con más síntesis y menos viñetas por página pero entregado a toda la machaca. El formato apaisado (heredado de la publicación original como webcomic) es ideal para el ritmo narrativo y la espectacularidad de las splashpage.
En cuanto al guion siguen las guarradas explicitas, las bardeadas entre personajes (que los hace muy queribles), los momentos chocantes y aumenta en forma exponencial las escenas superlocas de destrucción masiva. Entre tantas tripas, cerebros volados, ojos arrancados y edificios que se caen como una caja de fósforos, una muy explícita secuencia me incomodó pero también marca un punto: este comic remarca tanto lo de la actitud inconformista que ni busca el visto bueno y la complicidad del lector. Seguro va a enganchar con su salvajismo, con esa cosa de ‘no me tomó tan en serio’ cuando Chica Sucia le dice ‘cajetudo’ al antagonista o No pela tremenda ‘arma’ con sus poderes guachi wow…. Pero también va a recordar que alrededor de ellos hay un mundo real con violaciones y abusos.
Un punto que el lector de primera hora valorara mucho es que esta vez la trama se toma su espacio para explicar que son las presencias deíticas, los atrapasueños, el Consorcio y todos los demás elementos de mitología que Podestá tira desde el primer volumen pero que recién acá son bajados a tierra y explicados a lo Fantino. Por supuesto también vamos a putear porque de vuelta hay desenlaces estilo ‘no, no podes dejarme así’ pero con todo el bardo y quilombo que sucede medio que era imposible esperar otra cosa.
ACP sigue siendo poderoso y creativo, una especie de ‘Promethea’ de Alan Moore pero escrita por Warren Ellis y dibujada por el hijo orgiástico de Bill Sienkiewicz, Ben Templesmith y Humberto Ramos. No se me ocurre que más pedirle excepto que no tarde otros seis años el volumen tres.
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